domingo, 29 de mayo de 2011
Alma de niños
lunes, 18 de abril de 2011
Gracias por todo
Lunes 18 de abril, 2011
Dedicado a la persona, que es razón de mi existencia, Felipe F.
jueves, 27 de enero de 2011
Ausente
No pretendo derramar en estas hojas la historia de mi vida para causarles un momento de expectación o de curiosidad, sólo me gustaría contarles, y que conocieran que alguna vez existió una persona que me hizo feliz y cambió toda mi visión de vida. Fue hace 54 años atrás, yo era hombre sencillo, bastante culto para mi temprana edad, y muy visionario. Me deleitaba con las bondades creadas por el ser humano y me intrigaba el hecho de poder cambiar el mundo con una sola idea.
Son las 23:43 de la noche e iluminado por la luz frente a mi computador, siento correr una lagrima por mi mejilla. Ya no me avergüenza demostrar mis sentimientos, me ha agotado estar los 74 años de vida expresando un rostro que no quería sonreír, que no tenía ganas de morir ni de seguir viviendo. Y bueno, aquí estoy, solitario, pudriéndome por dentro, preguntado día a día a mi vieja y cansada alma, cómo nunca pude decirle que la amaba, que era la razón de mi existir, que simplemente yo sin ella no puedo vivir en paz. Su nombre era Antonella, amaba de te de vainillas, los aromas tropicales, y las hojas caídas del otoño que bañaban el parque y lo hacían parecer un paraíso inigualable. Incendió mi vida desde la primera vez que escuché su voz decir mi nombre, desde la primera vez que me miró fijamente y me dio a conocer el resto de mi vida. No sé, realmente no les puedo explicar lo que significa sentir algo así, simplemente creo que eso se da una vez en la vida, y, para mi suerte, no todos tienen el privilegio de vivirlo.
Mi vieja pasión por el ego esta completamente desgastado y por hoy sólo me quedan tres hijos exitosos y alejados de este añoso cuerpo y un paquete de cigarrillos, del cual empecé a fumar hace dos meses, ya que me recuerda la presencia de su ser a mi alrededor. Pero en fin, me estoy desviando. Comenzaré con la historia.
Era un viernes, recuerdo. Corría un viento helado y yo me encontraba sentado esperando unos amigos. Mi situación era un poco desesperante, ya me costaba caminar solo, estaba cansado de vivir sin frenos, de haber muerto por amor mil veces, si es que le puedo llamar de esa forma, y de seguir en lo mismo todo el tiempo. Estábamos en el mejor bar de la ciudad, y nosotros éramos los reyes, teníamos todo lo queríamos, mujeres, dinero, buenas familias, éxito en los estudios, pero en realidad estábamos completamente solos, flotando en la nada misma, con los pies dolidos. En un instante quise estar solo, y caminé hacia el balcón. Todos parecían muy felices, y era típico, después de una agotadora semana de clases. Había una mujer, de unos 20 años, que se encontraba bebiendo un Margarita y fumando un cigarrillo. Estaba sola, al parecer esperando a su amiguita que estaba coqueteando con un tipo. No perdí la oportunidad, yo no pensaba las cosas cuando se trataba de mujeres, ya nada podía perder, absolutamente nada. Me acerqué, le dije hola y me dí cuenta que no tenía nada de especial. Era bonita, tenía lindos gestos y una sonrisa que me provocó a hablarle por horas. Ella fue cariñosa, tuvimos una conexión especial que se dio gracias a que su amiga no llegó porque se agarro a besos con el tipo y no la vi más. Ya se había hecho tarde y extrañamente me pidió que me quedara con ella esa noche. Yo simplemente estaba atónito. Era la primera vez que una mujer de una forma tan cálida me pedía una noche sin estar ebria, ni con deseos de venganza por una mala jugada de su novio. Me sentí muy extraño, pero a la vez cómodo, siendo que nos habíamos visto una sola vez. Tomé el auto y manejé hasta la playa. La luna brillaba como nunca y ella me abrazaba sobre su pecho como si nos conociéramos de toda la vida. Hablamos, hablamos y hablamos, era una verborrea de consulta siquiátrica por parte de ambos, pero fue exquisito. Tuve el deseo de sonreírle con naturalidad y no de tener sexo y olvidarla durante la mañana. Pero ella me besó en la frente, me miró con esos ojos que de pronto me transformaron, y me empezó a sacar la polera. Nos besamos toda la noche, he hicimos el amor por horas, olvidando todo, como si no hubiese habido nadie a nuestro alrededor, ni nadie ni nada en todo el mundo, sólo la luna y nosotros. A la mañana siguiente me encontré abrazado a su cintura y totalmente desconcertado, ella estaba despierta mirando hacia arriba, y al darse cuenta de mi reacción me sonrió con sus rojos labios y me dijo: -“Tranquilo, todo estará bien.” Fueron las palabras que había querido escuchar toda mi vida, pero sin embargo fui arrogante y le rogué que me olvidara. Todavía no sé porqué lo hice, fue la reacción mas estúpida que pude haber tenido, quizás estaba muerto de miedo por dentro, pero ella prefirió no hablar y se quedó conmigo. Fueron años que estuvimos juntos, su sonrisa nunca se desvaneció, a pesar de todo lo que le hice, siempre estuvo conmigo. Tuvimos hijos y logramos todas nuestras metas en la vida, fuimos exitosos, teníamos una vida casi perfecta, si no hubiese sido por mí.
Querida Antonella, no sabes todo lo que te debo, mi seguridad al lado tuyo me hizo olvidar que yo también estaba ahí para ti, aún no puedo creer que mi ausencia a tus llamados haya provocado mi soledad y mi arrepentimiento. Mis hijos no me quieren, me dejaron en la ruina, y sólo me queda tu recuerdo, el recuerdo de esa última frase que dijiste antes de morir a mi lado y que sólo hoy pude comprender, -“Tranquilo, todo estará bien.”
Alejandro.
07 de Octubre del 2060